Muchos padres nos preguntan cómo enseñar a los niños a compartir. ¿Obligas a tus hijos a compartir? Si es así, este artículo te interesa. A ver, que yo también lo hacía antes de formarme en Educación Positiva. Aquí no vamos a juzgar a quién lo hace, sino a reflexionar sobre esta práctica tan común entre las madres, padres y adultos en general, cuando se trata de dar lecciones a los hijos. Sin embargo, entre adultos es distinto. Déjame que te haga una pregunta:

¿Compartes todas tus cosas con todo el mundo sin criterio alguno?

Por ejemplo, ¿me dejarías tu teléfono móvil para ver instagram porque me he quedado sin datos y porque HAY QUE COMPARTIR?, ¿me prestarías tu coche para dar una vuelta porque es más bonito que el mío solo por el hecho de que HAY QUE COMPARTIR?, ¿me darías parte de tu helado porque HAY QUE COMPARTIR?

Aunque te parezca algo radical, eso es lo que pretendemos enseñar a nuestros pequeños cuando les decimos que HAY QUE COMPARTIR. Os recuerdo que son personas en miniatura aprendiendo a pertenecer a este mundo.

 

¿Para qué queremos que compartan?

 

La versión oficial de la mayoría de adultos es que queremos educarles en la generosidad. Pero, ¿acaso la generosidad puede imponerse?, ¿cómo se aprende a ser generoso entonces? Vamos por partes.

La versión no oficial es que nos hace quedar muy bien de cara al resto de la humanidad que nuestros hijos compartan. Hablemos claro, molonas. Es algo así como una tarjeta de presentación que evidencia que estamos haciendo un gran trabajo. Niño que comparte es considerado como un niño educado. Y, por lo tanto, nos hace pasar muy mal rato el hecho de que nuestros hijos se nieguen a prestar su juguete favorito a un niño que se lo reclama en el parque.

Pero, piénsalo, cuando uno ve un coche de autoescuela, entiende -o debería comprender- que la persona que conduce está en prácticas. Por lo tanto, que se equivoque, que vaya más despacio de lo habitual o que se le olvide poner el intermitente, es algo que asumimos con comprensión y naturalidad. “Está aprendiendo”.

Siguiendo este ejemplo, imaginemos que nuestros hijos y los de los demás van con la “L” puesta. No pretendamos que a su corta edad ya hayan adquirido todas las habilidades que, por cierto, incluso a muchas personas en la vida adulta nos faltan. Obligar a ser generoso es una contradicción en sí misma, porque la generosidad no se puede imponer, sale de dentro.

 

¿Cómo favorecer que nuestros hijos sean generosos?

 

  • No obligando a compartir, aunque parezca contradictorio. Cuando un niño tiene un juguete, por poner un ejemplo, y no lo quiere compartir, puede llegar un punto en el que jugar solo le resulte aburrido. Y, de pronto, surja de él el querer involucrar a otros niños en su juego.
  • Cuando observan que somos generosos, ellos lo aprenderán con naturalidad a través de la imitación. Ahora bien, de la misma forma que yo no dejo a mis hijos mi maquillaje, es lógico que haya cosas que ellos prefieran no compartir. Respetémoslo.
  • Fomentando un ambiente en casa de cooperación a través de la Educación Positiva. En nuestros cursos y talleres, compartimos conocimientos y herramientas enfocados a desarrollar el sentimiento de comunidad. Sentimiento que se da de forma innata en el ser humano.
  • Siendo agradecidos. Normalmente ponemos el foco en sus errores para corregirlos. Pero pocas veces hacemos alusión a aquellas acciones positivas que llevan a cabo. No consiste en alabarles, pero sí en agradecer esos gestos que observamos que tienen con los demás (con nosotros, sus padres, también). Ejemplos: “Quiero darte las gracias porque hoy me has ayudado a sacar el friegaplatos”; “me gustaría agradecerte que hayas consolado a tu hermana cuando se ha caído”; “gracias por haber abierto la puerta por mí cuando estaba tan cargada y no tenía las manos libres”; “gracias por haber llenado el vaso de tu hermano cuando te ha dicho que quería agua”.
  • Favorecer la empatía: para ello utilizamos preguntas que les ayuden a ponerse en los zapatos del otro. Ejemplo: ¿Cómo crees que se ha sentido Miguel cuando le has dicho que no quieres jugar con él? Ojo, no es lo mismo que preguntar “¿cómo te sentirías tú?”, o “¿te gustaría que te lo hicieran a ti?”, porque en estos casos el foco no está en cómo se sentiría el otro, que es lo que realmente queremos conseguir para trabajar la empatía.

 

¡La presión externa me puede!

 

Te entiendo, no todo el mundo está en el mismo punto que tú y determinadas acciones pueden provocar respuestas negativas en los demás. A mí hay algo que me ayuda, sobre todo ante desconocidos y es lo siguiente. Cuando uno de mis hijos está usando un juguete en el parque y otro niño lo quiere pero mi hija no lo quiere compartir, miro al adulto con el que está el niño en cuestión y le digo “ya sabes, cuando están emocionados con un juguete no quieren soltarlo jaja”… También ayuda poner palabras a sus emociones, me agacho a su altura y le digo mirándole a los ojos “cariño, no quieres dejarle tu juguete por si se rompe, ¿verdad?, ¿quieres explicarle cómo se juega y decirle que tenga cuidado para no romperlo?” Si la respuesta es NO, lo respetamos.

Muchas veces, cuando sienten la libertad de poder elegir, optan por compartirlo por voluntad propia. Otras, directamente, no querrán compartirlo y eso también está bien. Tengamos paciencia, la generosidad se aprende con el tiempo y con las experiencias de vida.

 

¿Y si son hermanos?

 

Es importante en el caso de los hermanos, que tengamos muy claro qué juguetes son de cada uno y cuáles son de todos. No todo lo que está en esta casa por norma es de todos, porque en ese caso tus pertenencias también lo son, por ejemplo tus joyas, tus cremas o tu ordenador portátil. Hay hermanos que cuidan mucho de sus cosas, otros son menos cuidadosos. Y no pasa nada, recuerda que están en prácticas y se tendrán que equivocar muchas veces, forma parte del proceso de aprendizaje. Además, nuestra intervención en estos casos puede aumentar la rivalidad y la mala relación entre ellos.

Los hermanos no tienen que dejar sus pertenencias por obligación. De hecho, hemos podido experimentar en casa cómo, cuando dejamos de obligarles a hacerlo, empezaron a compartir más. Y, aún así, hay cosas que no quieren prestar a los demás y lo respetamos. Cuando ellos descubren que compartiendo el juego es más divertido o que luego el otro también comparte conmigo sus cosas, se da la magia: chica, que les da por compartir 😉

 

Conclusión

 

Sabemos que el cambio no es fácil, que requiere un cambio de chip, de adquirir conocimientos y de mucho entrenamiento. Por eso, os animamos a dar el paso y a acudir a uno de nuestros talleres presenciales o, bien, realizar nuestra formación online. Aquí tenéis acceso a una lección gratuita para probarlo sin compromiso ninguno. También puedes ver lo que opinan nuestros alumnos de nuestras formaciones.

Con todo, la educación hay que entenderla como un proceso donde, sobre todo, veremos los frutos a largo plazo. Y la Educación Positiva ante todo, supone un cambio en nosotros, los adultos. Cuando confiamos más en nuestros hijos y nos liberamos de los miedos propios de la falta de conocimientos y herramientas, todo en casa fluye mucho mejor. Aunque los conflictos y retos no, no se acaban.

Y tú, ¿obligas a tus hijos a compartir?, después de este artículo ¿tienes intención de dejar de hacerlo? Os leemos en comentarios.

Descárgate La Carta: La Magia de la Navidad

Sabemos que da penita que llegue este momento, pero igualmente puedes convertirlo en un momento especial.

Descárgate el calendario de Adviento

Disfruta del Calendario de Adviento de Educa en Positivo rellenando los siguientes pasos. ¡Qué lo disfrutes!

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web. Si continúa utilizando este sitio asumiremos que está de acuerdo.    Más información
Privacidad