Seguramente cuando hayas leído el título de este post, habrás pensado: “Marido se ha vuelto loco. ¿Cómo no se va a educar a los niños para que sean felices?”

Estoy convencido de que cuando termines de leerlo, entenderás por qué lanzo esta pregunta.

Hoy en día, se han puesto muy de moda las teorías que defienden que debemos ser felices a toda costa, sea como sea. No voy a decir que no esté de acuerdo en que la felicidad es un fin prioritario para el ser humano. Lo es, no cabe duda, pero ¿cómo conseguirlo? He aquí el problema.

 

El concepto de felicidad

 

Puede que confundamos realmente el concepto de felicidad. Muchos pueden entenderlo como placer, buscar nuevas formas de gozar, divertirnos, entretenernos y disfrutar en todo momento. Nada más lejos de la realidad. La felicidad es otra cosa, muy distinta a lo que acabo de describir. La felicidad depende de vivir la vida en el momento presente, en el aquí y en el ahora, sin las falsas expectativas de como debería ser, de disfrutar de las pequeñas cosas, de encontrarnos bien con nosotros mismos, de dar más a los demás de lo que recibimos y de tener unas relaciones interpersonales satisfactorias, entre otras cosas. No quiero entrar en el fondo de la cuestión a nivel más teórico, porque quiero centrarme en el titular de este post.

 

Todo lo anterior nos lleva a la falsa creencia de que, como yo creo que lo prioritario para el ser humano es ser feliz -confundiendo el significado de este concepto como he contado anteriormente-, a mi hijo le tengo que hacer feliz en todo momento. Desde pequeño, desde que nace hasta que se emancipe: mi objetivo único es su felicidad. En todo momento y en todo lugar porque… “Cuando sea mayor, ya tendrá tiempo de sufrir y de ver lo dura que es la vida.”

 

Con esta mentalidad, procuramos que los niños lo tengan todo, que no sufran, que no se frustren, que no lo pasen mal. Por eso nos dedicamos a facilitarles la vida, lo que nos lleva a la sobreprotección y al rescate continuo, en todas aquellas situaciones que les causan dolor. Os pongo un ejemplo:

 

Un caso cotidiano

 

Vamos al supermercado con nuestro hijo y se le antojan unos cereales con todo el azúcar del mundo. Esos que anuncian en la tele y que tienen un diseño súper atractivo para los niños… e incluso para los adultos. No queremos comprarlo, porque hemos decidido que no son buenos para su salud. Por eso le decimos:

    • No hijo, no podemos comprarlos porque…

Y en ese momento nuestro hijo empieza a llorar y gritar. No ha dejado ni que podamos explicarnos.

    • ¡¡¡Que sí, que los quiero!!! Nunca me compras nada. ¡Eres la peor madre/padre del mundo!

En ese momento pensamos:

    • ¡Ufff! Me ha tocado la fibra sensible. Esto me duele en lo más profundo. ¡Con todo lo que hago por él!

Pero eso no es todo. Seguimos dándole vueltas:

    • No puedo soportar verle así. De verdad está sufriendo. Pobre, si total son unos cereales. No voy a hacerle sufrir por esto. Y además, no puedo soportar que la gente me mire y me juzgue. Van a pensar que soy una mala madre/padre.

Y decimos:

    • Bueno cariño, no llores. Toma, coge los cereales y ya sabes que es la última vez. La próxima vez, cogeremos estos otros que son más sanos.

 

Niña feliz- Una Madre Molona y Marido

 

¿Qué le estamos enseñando a nuestro hijo?

 

  • Que si llora, al final consigue lo que quiere. La próxima vez que desee algo, ya sabe cómo puede conseguirlo.
  • Aprende que llorar y expresar un sentimiento de frustración o tristeza es un medio legítimo y eficaz para conseguir cosas.
  • A no saber distinguir entre sus deseos y sus necesidades.
  • Que sentirse frustrado no es bueno. “Mi madre/padre seguro que vendrá a rescatarme cuando me sienta así”.
  • A no saber gestionar sus emociones.
  • Siempre que sienta ira o enfado, buscará una salida “fácil” en algo que le de una gratificación inmediata.
  • A bajar su autoestima. Cuando no es capaz de afrontar los retos que le pone la vida, puede llegar a evadirse y ser pasivo. Esto no le hará sentirse bien consigo mismo.

 

Al final, el deseo de que nuestro hijo no sufra se nos vuelve en contra. Conseguimos todo lo contrario. En el medio y largo plazo no lograremos que nuestros hijos sean felices. ¿Por qué? Porque no les estamos educando para enfrentar los retos de la vida. Si no pueden o no saben superarlos, difícilmente podrán ser felices el día de mañana. Estaremos sacrificando su felicidad futura por su placer presente.

¿Qué les va a dar realmente la felicidad?

 

Lo que les va a dar realmente la felicidad en su vida son las habilidades y recursos que nosotros les ayudemos a adquirir de cara al futuro. Todo ello, para afrontar los problemas y dificultades que encontrarán, sin ninguna duda, porque la vida no es fácil. Todo lo contrario, todos somos consientes de que es difícil. Pero debemos elegir entre una vida difícil o una vida mala. Esta frase se la debo a la Dra. Anabella Shaked, a la que agradezco haberme dado una nueva perspectiva en cuanto a lo que debemos entender como prioridad en la educación de los niños. Ella nos ha enseñado a que, la infancia la debemos entender como una preparatoria para la vida y no una etapa en la que debamos buscar a toda costa la felicidad de los niños. La felicidad la van a encontrar cuando sientan que pueden enfrentarse a los retos de la vida, superarlos, adaptarse y salir más fortalecidos y con más sabiduría. Es entonces y solo entonces cuando alcanzarán una vida plena, lo que les llevará probablemente a sentir felicidad.

 

Es importante formarse como padres

 

Espero que esta reflexión te haya servido, al menos, para darte otra perspectiva en la educación de tus hijos. Ahora toca los más difícil, ponerlo en práctica. Para ello necesitamos las herramientas que podemos conseguir formándonos como padres. La Disciplina o Educación positiva te puede ayudar. Conoce más acerca de este método para educar a tus hijos aquí. También puedes encontrar nuestra bibliografía recomendada en este enlace. También puedes ver aquí una lección gratuita de nuestro curso

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