No era para nada mi intención manteneros en vilo tantos días, por lo que, si tengo que empezar de alguna forma este post, es pidiendo disculpas. Ya sabéis, las que me seguís en instagram, que estoy intentando bajar el ritmo y tomármelo con calma porque no quiero que las contracciones vuelvan a mi vida. Ahora mismo, sigo teniendo alguna suelta y la barriga está mucho más baja que en mis anteriores embarazos a las 33 semanas, así que estrés el mínimo que todavía la minimolona que llevo dentro tiene que aguantar en el horno hasta el 1 de enero, cómo poco 😉

Pero voy al grano, aunque seguramente muchas no hayáis leído ni la primera palabra y hayáis hecho scroll a muerte para bajar y descubrir el nombre de nuestra tercera hija (que no os conozco “ni ná”). Así que, sin más dilación, y sin tiempo ni creatividad para currármelo mucho más, aquí os dejo el desenlace:

¡Sí! minimolona se llamará Vega y, a diferencia de sus hermanos, este nombre sí tiene historia para nosotros, concretamente para su padre y para mí. Ahora es cuando me pongo melosa y romántica… aviso por si alguna teme una subida de azúcar, estáis a tiempo de dejar de leer 😉

¿Por qué se llamará Vega?

Ya os comenté que en Villa Molona había una guerra abierta por decidir el nombre de la tercera heredera. Bien, os cuento la historia porque tiene miga (o eso creo yo). Cuando niñamolona supo que venía una niña en camino no tardó en buscar un buen nombre para su hermana. La primera opción fue “Arco Iris”, jajaja… ¡tal cual! con mucho cariño y tacto le dije que no podíamos llamar a su hermana con el mismo nombre con el que bautiza a todo insecto que encuentra en el campo (principalmente escarabajos, hormigas y mariquitas). Así que optó por una segunda opción “Blancanieves”. En este punto, decidí ayudar a perfilar un poco el nombre y le pregunté qué le parecía Blanca a secas. Y le encantó.

Con lo que no contábamos es con que padremolón ya tenía pensado otro nombre y no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Era, además, el nombre que nos planteamos él y yo inicialmente, antes incluso de saber el sexo del bebé.

¿Por qué nos gustaba el nombre de “Vega”? pues porque nuestra historia de amor empezó como todas las grandes historias de amor: con enormes dificultades y un montón de antagonistas en la película dispuestos a que nuestra relación no saliera a flote. Por cuestiones que no vienen al caso, lo nuestro parecía un amor imposible. Pero, cuando el corazón tira, poco pueden hacer los antagonistas por evitar un final feliz (7 años, y casi 3 hijos después, el tiempo no ha hecho más que darnos la razón; nosotros somos felices y nuestros queridos antagonistas siguen con su vida y poco más han tenido que decir).

El tema, que me estoy liando, es que durante casi un año, mantuvimos nuestra relación en secreto. Aunque suene romántico festivo, os aseguro que para nosotros fue duro de narices, casi me cuesta hasta la salud, pero de eso ya os hablaré otro día si se tercia. Y, nuestra vía de escape para no estar todo el día encerrados en el zulo estudio de 35 metros cuadrados donde yo vivía de alquiler, mi hoy marido y yo nos escapábamos los domingos a Salamanca. Allí salíamos tan contentos, dando rienda suelta a nuestra felicidad, dados de la mano, nos tomábamos unas cañas por los sitios más emblemáticos, nos dábamos besos en público y rematábamos la faena tomándonos un helado en la plaza mayor.

Por si no lo sabíais, la Virgen de la Vega es patrona de Salamanca y Salamanca para nosotros fue el escenario donde vivimos nuestra historia de amor sin tener que escondernos de nadie. Además, yo soy abulense de nacimiento y me pareció la pera comprobar que la Virgen de la Vega es patrona, además, de un pueblo de Ávila, llamado Piedrahita. Vamos que todas las señales apuntaban a que ese tenía que ser el nombre elegido.

Por lo general no somos nada originales

Ahora vengo a romper un poco el clímax este del amor hermoso y os confieso que ninguno de los otros nombres elegidos para nuestros hijos han tenido, ni tienen, ninguna historia detrás. Siempre digo que uno no es consciente de la cantidad de personas que no le caen bien hasta que le toca elegir nombre para sus hijos. Eso es una verdad como un templo. Los nombres de nuestros primeros hijos solo seguían una premisa: que no conociéramos a nadie con quién relacionar dichos nombres. Bueno y, por supuesto, que nos gustaran a los dos, fonéticamente hablando. Eso de “si es niño lo eliges tú, si es niña lo elijo yo” no funciona en Villa Molona, entre otras cosas porque en cuanto hay un nombre que no tragamos decimos “INNEGOCIABLE” y no hay más vueltas.

Así ha sido como marido me ha descartado nombres que me gustaban mucho, como Belén, que me parecía muy acertado teniendo en cuenta que va a venir el mundo en esta época del año, la Navidad. Y así ha sido como ha conseguido torear a nuestra hija de 4 años para que acabe llamando Vega a la hermanita y olvidando su opción preferida: Blanca. Yo en esa guerra no me quise meter porque los dos nombres, Vega y Blanca, me parecían bonitos, uno por la historia que os acabo de contar y el otro por el hecho de que la elección del nombre estuviera en manos de su hermana mayor.

Sea como sea, yo estoy my feliz con la elección, niñamolona también, niñomolón como quién oye llover, jajaja… y marido también está contento. Y eso es lo único que me importa. Así que, como dije el otro día en un comentario de instagram, no vengo a pedir opiniones, ni a buscar aprobación, comparto la elección del nombre de nuestra pequeña porque muchas queríais saberlo y porque, de alguna manera, os estoy haciendo partícipes de este embarazo.

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Aunque la inmensa mayoría optasteis por Valeria y Valentina en el post de la semana pasada, otras muchas adivinasteis el nombre de minimolona. Ahora me toca hacer recuento para proceder al sorteo de la pulsera, por fi, tened paciencia que ya sabéis que estoy en modo “ZEN” y voy a seguir estándolo (no me hagáis trampas, que aparece la fecha de participación y el sorteo lleva cerrado desde el domingo, jijiji).

Gracias por estar ahí, por leerme y por acompañarme en esta nueva aventura.

Aprovecho y os recuerdo que este sábado, 18 de noviembre, estaré en la tienda Bebépolis ofreciendo una charla con consejos para padres primerizos (y para los que no sean primerizos pues también). Será a las 18:00 horas en la calle c/ Turín 11B, en Las Rozas, Madrid. Si pudierais inscribiros en [email protected] sería muy de agradecer para tener control sobre el aforo. ¡Animaos las que estéis en Madrid y aledaños que lo vamos a pasar genial!

Y hasta aquí la entrada de hoy, espero de corazón que os haya gustado y que la espera haya merecido la pena.

¡Que tengáis un día muy molón!

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