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Maridomolón en plena labor cosiendo botones

Cuando escribí el título de este post mi marido me miró desafiante y me dijo que eso de que “yo ayudo a mi marido” lo debería poner entre comillas. ¡Qué exagerado es!

Pero lo reconozco, él es mucho más apañado que yo. Por poner un ejemplo, la primera vez que me vio tender la ropa puso el grito en el cielo:

– ¡¿Qué haces?!, ¿no te das cuenta de que si pones la pinza ahí queda marca después?, hay que ponerla en el pliegue de la axila, quita que ya lo hago yo.

Se me quedó una auténtica cara de póker. Y claro, lo hacía tan bien que delegué en él esta tarea. Cuando le vi planchar me di cuenta de que jamás alcanzaría su nivel y cuando cociné mi primera tortilla en su presencia pasó más de lo mismo, “ay oma´, qué mal se me da esto” pensé.

En ese momento de inflexión, tenía dos opciones posibles:

  • Sentirme mal y ponerme manos la obra: practicar y aprender.
  • Hacerme la inútil y aprovechar el tirón para hacer cosas más lúdico-festivas.

Amigas mías, opté por la segunda opción, que no es otra que la que adoptan la mayoría de ellos. Hoy os hablo desde la posición masculina, desde donde yo me hallo en mi relación, a veces mi marido dice que no puede más, que está saturado de todo lo que hace y que necesita mi ayuda. Me gusta esa coletilla de “ayuda”, ¿cuántas veces oímos que los maridos ayudan a sus mujeres?, ¿por qué damos por hecho que todas esas tareas domésticas nos corresponden a nosotras?

Iker-casillas-y-Sara-Carbonero-1

Fuente:magazinespain.com

Este verano me indigné leyendo una revista del corazón -redactada, por cierto, mayoritariamente por féminas- que decía algo así como “Iker, todo un caballero, ayuda a Sara Carbonero a sacar el carrito de su bebé”… ¿Hello?, ¿Iker ayuda a Sara?, ¿acaso el bebé es solo de Sara e Iker aparece por allí de forma espontánea ofreciendo su ayuda cual Príncipe rescatador a esta madre solitaria? Mal vamos si estas son las perlas que nos encontramos en nuestro día a día.

¿Queréis saber algo? he aquí una importante revelación:

Nosotros, los machos alpha, somos capaces de todo, podemos planchar, coser, cambiar un pañal o freír un huevo, pero si nos criticáis, si os desesperáis, si tiráis la toalla y preferís hacerlo vosotras porque sois más rápidas y lo hacéis mejor, estaréis creando un monstruo. Soy consciente de que me estoy metiendo en un terreno pantanoso y que pueden lloverme palos, lo sé, pero quiero llegar a un punto importante: solo dejaremos de vivir en una sociedad machista en el momento en el que entendamos que no son tan inútiles como muchas os pensáis. Y ojo, no me malinterpretéis que para nada estoy generalizado, se que hay excepciones y hoy por hoy, gracias a Dios, ellos hacen mucho más de lo que se hacía en la época de nuestras madres y, ni que decir tiene, de nuestras abuelas.

Inciso: también entiendo que si uno de nosotros no trabajase, asumiría más tareas domésticas. En nuestro caso los dos trabajamos así que esto debería ser un 50% para cada uno.

Reconozco que lo mío es de traca, rara es la noche en la que me levanto cuando niñamolona nos reclama en mitad de la noche y ahora, aunque lo intente, ella exige que sea su padre el que acuda a su rescate. De ahí mis celos patológicos que no son otra cosa que el resultado de haberme comportado como una comodona, ¡merecido lo tengo! Ahora he decidido ponerme manos a la obra, desde hace un tiempo el baño es tarea mía, como también lo es el momento de leer el cuento de antes de dormir. Y soy consciente de que cuando llegué el bebé #2 ya no tendré escapatoria, lo sé, se me acabará el chollo y será uno para cada uno; niñamolona ya está adjudicada a su padre, así que tendré que ponerme las pilas para ganarme “al nuevo habitante de la casa”.

Conclusión: ni tanto, ni tan calvo; ni tratarles como inútiles, ni hacernos las comodonas a mi nivel (que yo creo que tampoco es para tanto pero si le preguntáis a él, jajaja). Aunque una cosa os digo, lo mejor es que os dividáis las tareas cómo os de la gana y cómo os haga felices, porque lo importante es que estéis a gusto y evitar llegar a situaciones de reproches y enfados, ¡que la vida son dos días y hay que ser felices! Además, cuando hay niños uno a veces se olvida de alimentar la llama del amor y, atención, no olvidéis que esto es como un juego eliminatorio, los pichones irán abandonando el nido antes o después y no, no solo quedará uno, quedaremos nosotros dos.

Ahí lo dejo, cual propósito de 2015.

Con este post me despido hasta el año que viene, espero que acabéis el año bien y que empecéis el nuevo mejor si cabe. Os recuerdo que os espero con aventuras y desventuras de Villa Molona en Instagram, Facebook y Twitter.

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