Sí, una vive ciertas experiencias como madre que le hacen abrir los ojos a la cruda realidad: una de madre molona tiene poco o más bien nada.  Supongo que nos pasa a todas… más bien espero que así sea porque yo soy muy del dicho popular “mal de muchos consuelo de tontos”; tonta, me declaro tonta de remate. 

Os pongo en situación…

Yo estaba entregada a un trabajo de clase con el ordenador, marido mientras arreglando el mundo desde su ipad.  Bien, pues niña molona, terremoto imparable donde los haya, gateaba de un lado a otro del salón.  De pronto, cosa rara, se vino a mis piernas para que la cogiera y yo, que estaba muy concentrada, le dije que “no” pero, seamos honestos, ¿quién se cree que por decir “no” un niño va a dejar de insistir? Nadie.  Son, de lejos, los seres más insistentes del planeta.

Creo que ya os he comentado en alguna ocasión el amor que la niña molona tiene a los cables en general y a los cargadores (de lo que sea) en particular.  Pues bien, para que no coja el cargador del portátil tengo que hacer labores de ingeniería, digamos que utilizo la táctica del “lío” que consiste en liar el cable allá por donde se deje.  En ese momento el “lío” lo tenía montado justo detrás de mi, el cable iba del ordenador al aparador, rodeando una escultura muy bonita que hice cuando era artista, un marco de fotos con la foto bonita de cuando nos casamos, un portavelas muy bonito de cristal y, por último, un jarrón, por supuesto, bonito y bastante grande.  Sí, el cable rodeaba todas estas cosas.

En este momento es cuando habéis empezado a imaginar el desastre, ¿verdad? Lo sé, se me ve venir….

Continúo.  Niña molona insiste en venir conmigo, se agarra a mi pierna y me pide brazos.  Cedo.  La estampa era cuanto menos entrañable.  Madre supuestamente molona, trabajando con niña molona en sus rodillas, en un claro ejemplo de conciliación laboral y familiar, ideal.  Todo era bonito hasta que divisó el cable del cargador y claro, no pudo resistirse… ¡pobrecita! Si es que es lo que más le gusta en el mundo y voy yo y se lo pongo ahí, a su alcance… malamadre, malamadre, malamadre…  Efectivamente, agarró el cable y tiró, a lo bestia, y pude notar cómo la escultura bonita, el marco bonito, el portavelas bonito… cual efecto dominó, empezó a caer al suelo.  Y yo, ¿qué leches hice yo?, algo completamente inexplicable y lo que ha supuesto que me quite el título de “madre molona”.

El movimiento fue tal que así: me giré con el brazo extendido para evitar que los objetos se precipitasen al vacío, ¿a cambio de qué? ¡De soltar a la niña molona!  ¿Lo veis? ¡Os lo dije!, pero ¿qué clase de acto reflejo de mierda es este que te hace proteger el mobiliario por encima de la integridad de tu propia hija?, ¿por qué señor?, ¿por qué? …

Ha pasado una semana y sigo sin entenderlo.  Sí, la niña molona (gracias a Dios) está bien, cayó tumbada boca abajo encima de la alfombra y no tuvimos que lamentar desgracia mayor, ni siquiera chichón.  Pero ¿cómo se te queda el cuerpo? Pues francamente mal, no entiendo qué clase de instinto maternal es este… conste que estoy muy descontenta y lástima que no pueda presentar hoja de reclamación en ninguna parte más que en mi propia conciencia.

NSN_malamadre1Aunque ya estaba apuntada al “Club de malas madres”, de “La niña sin nombre”, uno de mis grandes favoritos del mundo bloguero, no encuentro ningún tip peor que el de dejar caer a tu propia hija al suelo desde tus rodillas por salvar una mierda de portavelas que, por cierto, también se rompió.

Aprovecho para hacer un llamamiento a los ingenieros, los de verdad, para que inventen pronto cargadores inalámbricos porque si no, auguro futuros desastres en mi casa y en otras cuantas más (y no es una amenaza).

Os agradecería que, de haber más madres en la sala que hayan vivido una situación similar, hagan el favor de dejar testimonio aquí abajo, cual alcohólicos anónimos porque, como ya os dije al principio, yo soy muy tonta y me consuela ver que no soy la única a la que le pasan este tipo de cosas.  Eso sí, para vuestra tranquilidad, la niña molona ya me ha perdonado, lo que no sé es si es de las que perdonan pero no olvidan, todavía nos estamos conociendo… ver, veremos…

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