El 1 de abril salía de cuentas y tenía cierta esperanza de que el gran momento llegase de inmediato… ¡ilusa de mi! pasaban los días y nada de nada, ni rastro. El médico me dijo que si no daba a luz de forma natural me lo provocarían el día 10. Y la amenaza surtió efecto porque no llegué a ese día.

El día de autos me levanté tan normal, era sábado y nos fuimos a comer a casa de mis padres. A eso de las 18.00 h empezaron las contracciones. No dolían nada de nada y muy pronto empezaron a repetirse cada 10 minutos. A mi me entró la risa nerviosa… pensaba que el parto no iba a llegar nunca y de pronto, ¡no podía evitar las carcajadas! Mi marido no daba crédito. Nos fuimos a casa pero primero paramos en un súper para comprar la cena, se me habían antojado guarrerías varias, como nuggets de pollo y palitos de mozarella. Y allí iba yo, con mi panza, cada 10 minutos me paraba y casí me hacía pis de la risa con cada contracción.

– “¿Estar de parto?, lo de parto lo dicen por partirse de risa, ¿no?” bromeé con mi marido… (y luego, claro, me castigó Dios y me arrepentí).

Llegamos a casa, cenamos tranquilamente y de pronto el tema se puso interesante, contracciones cada 5 minutos.

– ¡Cada 5 minutos Isabel! ¡nos tenemos que ir al hospital ya!- mi maridito.

– Pero ¿qué dices?, si esto ni duele ni nada, ¡todavía queda!- yo en plan chulita.

– Vámonos ya que luego no quiero ir a toda leche con el coche.

Sí, había alguien todavía más iluso que yo… ¡mi marido! A mi me entraba la risa, no podía parar… ¡de verdad!, ¡menudo pavo!… mientras mi señor esposo preparaba todo yo no paraba de “wasapear” con mi madre, mi hermana, mis amigas… y seguía partiéndome de risa. Así como os lo cuento.

Mi marido de los nervios y encima enfadado conmigo. Y yo, ¿yo qué? Pues venga a reír todo el camino, increíble pero cierto.

Llegamos al hospital, voy a monitores. Ni amago de parto. Me exploran, me hacen un daño que ni os cuento. La enfermera era enorme, como un armario empotrado. Se me ocurre preguntar “bueno, y ¿cómo sé que estoy de parto? Las cotracciones son cada 5 minutos y la matrona me dijo que viniese cuando fueran cada 5” y me suelta, así tal cual:

– Cuando te sude el bigote del dolor y ya no puedas más, vienes.

– G r a c i a s… muy amable, que tenga una buena noche.

Vuelta a casa. Eran las 12 de la noche más o menos cuando llegamos. Y oye, aquellas contracciones de risa del principio ya no eran tan graciosas. Fíjate que empiezan a doler un poquito… vaya, oye que esto duele, duele… pero que duele de verdad… ¡ojú qué mal rato! El dolor yo me lo imaginaba como una contracción abdominal fuerte y no, señoras, duele como cuando un dolor muy fuerte de ovarios versión heavy metal, incluso con reflejos en los riñones.

ex

No es mala idea eso de acolcharlo todo, lo tendré en cuenta para la próxima.

Me metí en la cama y estuve cual niña del exorcista, cada 5 minutos me agarraba al cabecero de la cama y me acordaba de la enfermera “armarioempotrado” y de la “madrequelaparió” que, supongo, sudó por ella, por todos sus compañeros y por ella la primera cuando la trajo al mundo (seguramente sin anestesia).

Despertaba a mi marido que era el encargado de cronometrar (cada uno tiene su papel, somos un equipo). Cada dos por tres me decía, “cada 5 cariño, son cada 5”. Yo soñaba con que dijera “cada 3” e irnos al hospital pero no… En una de ellas no contestó, tenía miedo…

-“Cariño, lo siento muchísimo pero ahora son cada 7”.

-“¡¡¡¡CADA 7!!!! Pero ¿qué mierda de broma es esta?, señor, ¡ten piedad de mi!”

De pronto, entre contracción y contracción escuchamos “CRACK”, literalmente… ahí empecé a entender de dónde viene el término “parto”.

A las 8 de la mañana decidí que ya era suficiente, que mi bigote estaba lo suficientemente sudado y nos fuimos al hospital. Fui rezando todo el camino para que me ingresaran y no me hicieran volver a casa. Y sí, 3 cm de dilatación, justita, justita pero ¡DENTRO! (¡¡¡UUUUEEEEHHH…!!! me faltó hacerle la ola a la enfermera que ya era otra, por cierto, y gracias a Dios).

A las 9.00 h. ya estaba ingresada. A las 10.00 h. me vienen a preguntar si quiero la epidural. “¿Qué si la quiero? Pero bueno ¿qué pregunta es esa?, todo el mundo atento, ¡Barra libre para todos de epidural! Invito yo!!!” …así que me la pusieron muy bien, rapidito y sin problema. Era uno de mis miedos, si sería capaz de estarme quieta para el momento pinchazo y, ya te digo yo que sí, sí que puedes, claro que puedes, nunca has deseado que te pinchen tanto como en ese momento.

1, 2, 3…. FELICIDAD… y a partir de ahí fenomenal, en la gloria, hasta me dormí, qué maravilla, qué relax, qué vida tan bella y maravillosa. La epidural se convirtió en mi mejor amiga. Para colmo tenía un botoncito para chutarme más si me dolía, siempre avisando a las enfermeras, claro. Pero me porté súper bien y no le di ni una vez. Sí, lo sé, soy una champion.

Pasó todo el día y yo, como buena drogada, permanecí placenteramente conectando con el sol y con la tierra. Pero la cosa no iba muy bien que digamos, me pusieron oxitocina para hacer que dilatase porque no avanzaba. Y la oxitocina, al parecer, puso pelín nerviosa a mi niña ahí dentro. Así que me quitaron la oxitocina. Me quedé a 3 cm y no, que la cosa no iba. Tuvimos un pequeño susto porque parecía que había sufrimiento fetal, nos hicieron las pruebas oportunas y a punto estuve de la cesárea. Pero el médico tuvo fe en mi y en mi capacidad dilatadora y me dejó un pequeño margen. Al final llegó el momento de empujar. Una se imagina muchas veces en ese momento, sudando como en las pelis, aprentando como una loca, gritando, dale que te pego hasta que sale… y no, no es así, por lo menos en mi caso (gracias a la epidural, claro). Fue más bien algo así como dar cuatro empujones y ya. Dura poquísimo. Es cierto que, por los problemillas que tuve tuvieron que usar fórceps y no fue muy agradable que digamos pero, desde luego, lo que es el expulsivo, es decir, la parte en la que empujas, no es tan larga como una se imagina.

Y mañana sigo que por hoy son demasiadas emociones fuertes. Lee la segunda parte pinchando aquí. 

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